Asociación Republicana Irunesa
"Nicolás Guerendiain"
Defensa de los valores republicanos y la recuperación de la memoria histórica

Maritxu Anatol, una irunesa en la II Guerra Mundial

(extraído del libro de Mikel Rodríguez Espías vascos, Editorial Txalaparta, 2003)

Un lugar común afirma que la frontera imprime carácter, que genera tipos humanos originales, poco respetuosos con las reglas y la sacrosanta autoridad. Si este tópico fuese cierto explicaría la figura de Maritxu Anatol. Maritxu nació el 24 de enero de 1909 en Irun, donde su padre poseía una agencia de aduanas. La familia tenía "posibles": uno de sus hermanos era ingeniero, otro sacerdote y un tercero logró la Legión de Honor por sus investigaciones químicas. Maritxu entró a trabajar en la agencia con gran escándalo, pues se consideraba que no constituía una actividad propia del "bello sexo". Tenía doble nacionalidad, española y francesa, y muchos deseos de aventura y acción, que no se saciaban con el papeleo de la oficina ni con "asuntillos" de contrabando, principal actividad del Irun de la época.

Cuando estalló la Guerra Civil su familia se trasladó al otro lado del Bidasoa. En el verano de 1940 los alemanes confiscaron la planta baja de su vivienda y quince soldados se alojaron allí. Ella exigió al oficial encargado el máximo respeto y lo obtuvo. La Resistencia le ofreció colaborar en tareas informativas y de paso de fugitivos y ella dijo "sí" sin pensarlo dos veces. Su temperamento inquieto encontró, por fin, acomodo en las actividades clandestinas. Hacía de todo un poco: espiaba el horario y movimientos de las patrullas alemanas, sonsacaba los rumores y chivatazos que circulaban por la Kommandatur de Baiona, trasladaba a los fugitivos, abastecía a los aviadores derribados con huevos, verdura y calzado que conseguía en caseríos, concertaba citas, buscaba alojamientos... "Éramos un grupo de aventureros, de personas decididas", así definía retrospectivamente su actividad. Pasó por la comisaría de la Gestapo en Baiona y por la prisión de Biarritz. Logró mantenerse firme en los interrogatorios y la soltaron. Ella lo tenía claro: "Lo esencial para engañar es mantenerse sereno y tranquilo. Y en eso siempre he sobresalido. Durante mis estancias en comisaría me entretenía escribiendo mi nombre con un alambre en las paredes".

En la "Red Comète", para la que trabajaba, desconfiaban de sus métodos. Maritxu se desenvolvía con soltura en los familiares ambientes del contrabando, donde proliferaban los confidentes. Siempre llevaba una pistola Star encima, lo que se consideraba una imprudencia. Uno de los contrabandistas de su grupo fue visto saliendo de la Kommandantur de Baiona. Ella lo defendió, afirmando que "mantener tratos con los alemanes permitía obtener informaciones útiles para los pasos". Pero lo cierto es que en "Comète" descubrieron con horror que había bastantes personas que conocían su existencia por indiscreciones de los contrabandistas. Por otra parte, el contacto de Maritxu alojaba a los aviadores en una casa donde residía un agente de la Gestapo y la amante de un oficial nazi. Así que prescindieron de ella y de su equipo, encomendándole únicamente cambiar las pesetas necesarias para el trayecto por España. Finalmente, los peores temores se cumplieron y el 13 de julio de 1943 el grupo de Maritxu fue detenido por la Gestapo. Tres fueron deportados a Alemania -de donde volvieron maltrechos, pero vivos- y Maritxu logró salvarse.

Su forma de actuar independiente y personal gustó poco en Londres y no obtuvo ninguna de las medallas que se repartieron con generosidad tras la Liberación. Tenía en su haber 39 judíos y 113 aviadores. En 1945 Maritxu volvió a Irun, donde dirigió su propia agencia de aduanas en los años sesenta. A diferencia de tantos otros, la resistencia le costó dinero. El único detalle que obtuvo fue el de un piloto que le preguntó qué número hacía de la lista. Ella le contestó que el 68 y año y medio después recibió un collar con 68 perlas. Falleció el 27 de agosto de 1981.