El Chato del teniente Muñoz era de color verde, con franjas rojas
y los colores de la bandera republicana en el timon de direccion
Por Mikel Rodriguez
Durante los años 20 y 30 muchos analistas militares predecían que en futuras guerras los bombarderos aéreos hundirían la moral de la población, forzando así la rendición del enemigo. Esta profecía resultó totalmente fallida: los bombardeos sólo reafirmaron la voluntad de combatir de las poblaciones masacradas, fortaleciendo el deseo de resistencia.
Emblema que llevaban sobre la cola el avión
de Muñoz El fondo era verde y las letras en blanco
En ese sentido, los bombardeos aéreos que sufrió Irun a lo largo de agosto y septiembre de 1936, tanto los iniciales y precarios ataques de los Dragon Rapide de los hermanos Ansaldo como los más destructivos de los Junkers alemanes, puede que expliquen la voluntad de continuar la lucha en Aviación de jóvenes iruneses como Alejandro Colinas o Alvaro Muñoz.
Alvaro Muñoz López nació el 10 de noviembre de 1915. Estudiante, en el verano de 1936 preparaba oposiciones del Estado. Compaginaba sus estudios con la actividad política: militante de las Juventudes Socialistas, era miembro del comité de enlace con la JSU de Irun. Tras defender fusil en mano su pueblo, tuvo que pasar a Francia y de allí, a Barcelona. En la Ciudad Condal solicitó ingresar en la Aviación. Aprendió a pilotar en diversas escuelas de Francia y en España, obteniendo el título de piloto de caza en noviembre de 1937.
Pilotaba un “Chato”, el Polikarpov I-15, un maniobrero biplano ruso de tren de aterrizaje fijo. Con 368 km/hora de velocidad máxima y 4 ametralladoras ligeras, estaba en cierta desventaja respecto a sus rivales alemanes e italianos. El sargento piloto Muñoz primero sirvió en la 1ª Escuadrilla del Grupo 26, bajo el mando del ruso Osipenko y luego pasó a la 3ª Escuadrilla, combatiendo en Aragón, Cataluña y Valencia. Obtuvo el ascenso a teniente y en diciembre de 1938 pasó a dirigir la 3ª Escuadrilla. Esta promoción podía considerarse un reconocimiento especial para un piloto que no era militar de carrera y que no había pasado por la academia de Kirovabad en la URSS, de donde salía la mayoría de la oficialidad. Intervino en la última ofensiva republicana, la de Extremadura, en enero del 39. Fracasada ésta, su escuadrilla fue trasladada al aeródromo de La Señera para proteger el puerto de Valencia. Al finalizar la contienda entregó su unidad el 29 de marzo del 39 en el aeródromo de Alicante.
Los rebeldes le condenaron a 20 años y 1 día por defender la legalidad republicana.
En el curso de la contienda realizó 200 servicios de guerra y 450 horas de vuelo. Tiene acreditado el derribo de un Fiat CR 32 el 21 de agosto de 1938 y varios otros sin confirmar. Condecorado con una medalla al valor, murió en el exilio, en Biarritz.