Fechas: Del 10 al 22 de abril de 2007
Lugar: Sala de Cultura de la Caja Laboral
Horario:
Inauguración: Día 10 de abril a las 19:00 horas Fotos y presentación
Los carteles como medio de propaganda se venían utilizando desde la primera guerra mundial y la revolución rusa, encontrando su auge durante nuestra guerra civil.
En este periodo se llegaron a imprimir más de 2000 carteles diferentes, algunos de ellos verdaderas obras de arte.
¡Luchad!, ¡Fortificad! ¡100.000 voluntarios! ¡Vigilancia!… Sencillo pero sólido. El cartel más que cualquier otra propaganda llegaba a todas las mentes ya fuesen intelectuales, trabajadoras o analfabetas.
Si hay que atacar, heroicos soldados nos darán ejemplo desde el cartel. Si hay que resistir, decididos milicianos contendrán las avalanchas desde sus sólidas barricadas. Si hay que apiadarse, dolientes madres tenderán la mano hacia nosotros en petición de socorro.
Esa es la primera cualidad del cartel republicano, su inmediatez. Su instantánea aceptación o rechazo con solo un vistazo. No fue por tanto, notario de la guerra sino de la revolución y de la cotidianidad que la marea de acontecimientos arrojaba a las masas.
Con el correr de la guerra y la política, nace el cartel institucional, que ganó en calidad y arte pero perdió en imaginación y espontaneidad, perdió la fuerza del simbolismo más inmediato, para tomar, la detenida idea, el preciosismo a veces, la calidad artística, pero también la repetición y la falta de energía de una creciente desmoralización.
1938 es un mal año para el cartelismo republicano. El ambiente de la retaguardia republicana es plomizo, receloso, la moral está por los suelos y muchos talleres cierran. Hay escasez de papel y tintas. Hay críticas muy fundadas sobre su utilidad propagandística, pero de esta época es el mejor de todos ellos, el “Victoria” de Renau.
Al cartelismo le pasó lo mismo que a la revolución española, nació libre y multitudinario, fue posteriormente controlado y sometido al gobierno, y murió lentamente al ritmo de la derrota y la desmoralización. Sufrió también de rencillas y de polémicas como las que mantuvieron Renau, Gaya y otros a propósito del compromiso político del artista.
Con la derrota, carteles y cartelistas republicanos sufrieron el olvido, el expolio y la pérdida de memoria histórica, como todo lo republicano. La democracia no mejoró mucho las cosas, como bien se quejaba Fontseré en 1983.
Afortunadamente, desde que los libros de los hermanos Arnau y Jordi Carulla salieron al mercado la situación ha mejorado. Estos catalanes expertos en cartelismo, clasificaron, nominaron y recuperaron miles de carteles. Introdujeron metodología en su clasificación y gracias a ellos, principalmente, podemos disfrutar hoy en su contemplación.