DIARIO VASCO (07/10/07)

FORO DE LA MEMORIA ASOC. REPUBLICANA IRUNESA NICOLÁS GUERENDIAIN

Perdonar es posible, olvidarlo no

Trabajos forzados para los nazis, campos de concentración, familiares y amigos fusilados... dos supervivientes de la guerra tienen cosas que contar.

IÑIGO MORONDO/

Foto de Virgilio Peña

IRUN. DV. Todos los que trabajan en favor de la recuperación de la memoria histórica insisten en la oportunidad única que poseemos hoy en día. Dentro de no demasiado, no existirá la posibilidad de que los protagonistas de aquella tragedia cuenten en primera persona sus experiencias. Todo el trabajo de investigación y los documentales que se hagan hoy (como los dos proyectados a cargo de la Asociación Republicana Nicolás Guerendiain esta semana en el Amaia) es lo que quedará para el futuro. Quedará con dos fines: reconocer la tragedia de aquella gente y dignificar su recuerdo, y conocer lo ocurrido para que no vuelva a suceder.

Los dos documentales emitidos (Tener 13 años en el 36, el jueves, y Espejo rojo, el viernes), servían muy bien a ambos propósitos. Dos obras bien realizadas, bien trabajadas y bien rematadas. Por duras que sonaran las historias, tanto la del irundarra Joaquín Gálvez en el primer vídeo como la del cordobés Virgilio Peña en el segundo, «aquí no hay nada exagerado. Ésta ha sido mi vida», decía éste último.

La dureza de la guerra civil, desde los ojos del niño Joaquín como desde el combatiente republicano Virgilio, el exilio a Francia, los trabajos forzados allí, primero para los franceses, después para los nazis. Amigos y familiares fusilados, asesinados. El padre de Joaquín murió en un campo nazi; Virgilio sobrevivió a otro. Joaquín investigó a posteriori qué ocurrio con su aita. «Hubo más de 10.000 republicanos españoles en campos de concentración. Al principio se les trató como a otros prisioneros de guerra, pero tras la reunión de 1940 entre Franco y Hitler, por orden del primero, se les deja de considerar españoles para pasar a ser rojos apátridas. La mayoría murieron».

Joaquín centró sus comentarios en los trabajos forzados para el ejercito alemán que llevó a cabo en Francia; Virgilio en los campos de exterminio. Dos situaciones distintas coincidentes en muchas cosas.

Anecdotario de guerra

Situaciones como aquellas ponen al límite al ser humano, que se supera para afrontarlas. «Sufríamos, pero el pueblo español, si algo tiene bueno, es el humor. Yo recuerdo un 30 de junio que volvía de talar con el hacha al hombro y silbando la marcha San Marcial... Mi Irun entrañable, cuánto lo eché de menos. Hay muchas anécdotas hinchantes, y otras muchas, tristísimas».

Virgilio, del carácter español destacaba la combatividad, además del humor. «Fuimos la primera de las 17 nacionalidades que había en aquel campo, que hicimos una organización de solidaridad; pese a que éramos de los menos numerosos, dimos ejemplo». Contaba como durante los interminables turnos de trabajo, si alguien veía un soldado acercarse, pedía agua. «Los polacos y demás se lo aprendieron y también decían 'agua'». Virgilio y los suyos usaron el mismo sistema con los gendarmes, «pero cuando llegaron los nazis... Al tercer día, el soldado alemán se acercaba gritando '¿agua!' para que supiéramos que se había dado cuenta».

Y otro rasgo compartido que ambos veían en sus compatriotas es que «los nazis nos trataban con más respeto», relata Joaquín. «Éramos los spanisch, simplemente, mientras los franceses, por ejemplo, eran los franceses de mierda».

De los recuerdos de Joaquín con el ejercito alemán, merece ser rescatada su conversación con un soldado que le ofreció medio pitillo. «En mi incipiente alemán le dije '¿'Terminar guerra, ir casa?'. Me respondió también de forma esquemática para que entendiera: 'Yo estoy aquí; un hermano, en áfrica; otro hermano, en Rusia. Hitler quiere guerra. Mi madre no quiere guerra, te lo aseguro'.»

Virgilio aseguró en su charla que «no tengo rencor a nadie, eso no vale de nada. Lo que sirve es saber quién te ha hecho mal, y que eso no se olvide para que nunca vuelva a pasar algo así».